LA VECINA DE AL
LADO, LA MEJOR AMIGA
Habían sido solo dos días en el pueblo
cuidando a su madre, pero estaba loca por llegar a casa y abrazar a sus tres
niños que por primera vez había estado dos días sin verlos.
Regresaba tranquila, la vecina de la puerta
de al lado, su mejor amiga, habría estado atenta al “día a día” de la casa.
Seguro
que los niños han desayunado y aunque a regañadientes se habrán dejado peinar y
retocar los uniformes del colegio por la vecina.
El
Manolo para estas cosas de los niños era un desastre.
De las macetas, estaba segura, la vecina su
mejor amiga y amante de las plantas como de costumbre se las habrá regado y que
los niños cenaran a su hora y bien, estaba garantizado, su amiga la vecina de al
lado se lo había tomado como una responsabilidad.
Se felicitaba por la suerte de tener una tan buena
vecina y mejor amiga.
Al abrir la puerta del piso no se sorprendió.
Todo en su sitio, no había ni mota de polvo en los muebles y el suelo brillaba
de recién fregado.
Qué suerte tener una vecina tan “apaña” se repetía
para sus adentros.
Al entrar en el dormitorio los sorprendió, allí
estaba la vecina su mejor amiga arreglando al Manolo.
Llevaba tres años divorciada. Los niños mucho
habían crecido y tan guapos como siempre.
Se sentía
feliz, tres años sin el pelmazo del Manolo habían sido un alivio.
Pero añoraba y se entristecía cuando
recordaba a la vecina de al lado, su mejor amiga.
Paco Castillo, verano 2013
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