Abril

26 oct 2012

CUENTAN...QUE LOS CAMIONEROS TAMBIEN LLORAN...


LOS CAMIONEROS TAMBIÉN LLORAN

La avería no era importante ni cara, pero el Camión no podía seguir la Ruta.
La carga no era perecedera y la noche estaba adormeciendo a su compañero.
La “Luz Roja” anunciando dulzuras placenteras facilitó la decisión.

-Nos quedamos y mañana atenderemos la avería

Pero con todas sus “potencias dispuestas y mirando al cielo”, quince días sin ir por casa, no se lo pensó dos veces.
Dejó aparcado a su compañero en “las dulzuras placenteras” anunciadas por la “Luz Roja “de la carretera.
Su casa y su cama distaban pocos kilómetros. El único sitio donde sus “potencias dispuestas” siempre se consolaban compartiendo con su compañera de cama.

Y volvía a la carretera con “las potencias consoladas y en reposo sin mirar al cielo”.

Era martes, nadie lo esperaba y la cama ya estaba compartida con las “potencias dispuestas” de otro.

Volvió al camión a esperar al compañero aparcado en “La luz Roja” de las “dulzuras placenteras”.

Con dos kleenex pasaba el rato.
Uno para que dejaran de “mirar al cielo” sus “potencias dispuestas” y otro para secar algunas lagrimas
Tarea a la que ya estaba acostumbrado.

 El Camionero con La Crisis económica perdió el camión. La esposa con la Crisis de la memoria  perdió el recuerdo del ocasional ocupador de camas.

Siguieron muchos años más de vida  relajada y compartida.
 El Camionero sin camión y la esposa sin ocupador de camas con el paso de los años consiguieron si no revivir el amor al menos un respetuoso y renovado cariño con canas.

Ya eran mayores, la cama sigue siendo la misma aunque un poco más estropeada. Por la edad ya  no era un ocupador de camas lo que necesitaban.  Un teléfono era lo que más usaban

Ring…ring…ring

-Es lo de las ayudas a los mayores?...Que se ponga

-Ayudas domiciliarias, ayudas a la soledad o emergencia?

-Es que mi esposo quiere ir al WC y no  la puede sacar

-Señora y usted porque no se la saca?

-Es que cada vez que lo intento más se le esconde

-Tanto problema tiene su marido con la  pilila?

-No, si lo que no podemos sacar son las zapatillas de debajo de la cama
Ir a hacer pipi descalzo se  puede resfriar

-Hahn

CLIC

(Con todo respeto y cariño para esas  historias de vida llenas de dichas y desdichas, de amores y desamores. Tenemos que estar atentos para  cuando en el último tramo de su historia necesiten la ayuda de la sociedad que al menos alguien le coja el teléfono)

25 oct 2012

ring...San Rafael en la calle.En 1945 por el hambre y en el 1912 por los recortes.

Procesión de San Rafael 1945

Ring…ring…ring

-Es el Ayuntamiento?...Que se ponga

-No hay nadie, están todos en la Procesión de S. Rafael

-Quiere decirle que la madre de mi amigo el Lele está muy preocupada?

-Porque vaya a llover y se moje la procesión?

-No, porque hace 65 años pasó igual

-Que llovió?

-No, que el año 1945 fue el “año del hambre”

-Pero los tiempos han cambiando

-Ya, la diferencia es que  aquella hambre era consecuencia de la posguerra
Y la que viene sera  consecuencia de los Recortes

-Hahn

CLIC

23 oct 2012

TENIAMOS MEDICOS DE CABECERA Y PRACTICANTES DE PAGO. Los demas no, eran pobres



D. ANSELMO EL PRACTICANTE

Nunca he llegado a comprender porque los chavales al salir de la escuela, por la tarde, tenían que llegar a la casa corriendo y entrando en tropel. Porque el poco rato que permanecían dentro no justificaba esa carrera por llegar.

Entraban, soltaban la cartera, se cogía la merienda y a la calle. La merienda, bien un hoyo con aceite y azúcar o una jícara de chocolate y un trozo de pan. Demasiado pan para tan poco chocolate.
Los jueves era diferente, no había colegio por la tarde. La merienda consistía en una peseta y esperar que pasara la señora María, la del delantal blanco y una cesta de mimbre llena de olorosas tortas pujadas de aceite.

Por las tardes solo nos retenía en casa el característico olor a alcohol que delataba la presencia de D. Anselmo, el practicante. Hoy tocaba inyecciones. Todo un espectaculo. Sobre la Mesa Camilla ya estaba preparado el bote del alcohol, un paquete de algodón en rama con su papel azul intenso y la enorme caja de inyectables.

D. Anselmo, con unas solemnes -Buenas tardes- iniciaba la ceremonia. 

Del maletín salía unas cajitas alargadas metálicas. En la primera colocaba un poquito de algodón y lo impregnaba con un chorrito  de alcohol. En otra cajita ya tenía colocadas en agua  aquellas enormes agujas y alguna jeringuilla. El momento esperado era cuando aparecía el mechero-pistola y con una especie de disparo el alcohol se ponía a arder, una misteriosa luz bailante de color azul y un intenso olor a alcohol anunciaba que había llegado el momento.

El abuelo ya estaba preparado. De pie, con la mano izquierda apoyada sobre una silla, el culo un poco en pompa, la correa desabrochada  y la mano derecha sujetando el pantalón para cuando llegara el momento dejarlo caer y enseñar el mínimo trozo de cachete, pero suficiente, para que D. Anselmo hiciera bien su trabajo.

El gran momento de la faena había llegado, el practicante parecía transformarse. Con gesto solemne se acercaba al abuelo. En una mano y entre dos dedos una enorme aguja y en la otra la jeringuilla llena de aquel liquido milagroso. 

Todo era muy rápido. Con la mano de la enorme aguja y con los dedos libres que le quedaran daba unos golpecitos en el trozo de cachete que el abuelo tenia al descubierto y rápidamente la aguja aparecía clavada en ese trozo de culo. 

El resto ya era menos emocionante. D. Anselmo engarzaba la jeringa en la aguja e introducía la inyección en el abuelo.

La pregunta también era ritual. – ¿Le ha dolido?- EL abuelo nunca contestaba. Quizás porque había niños por delante.

Un –Buenas tardes, o un hasta mañana a la misma hora- anunciaba la marcha de D. Anselmo.

Entonces íbamos a la rebusca.

 Lo más apreciado eran aquellos mini botes con tapones de goma, normalmente de color azul y rosa, que decían era de penicilina. Y otro despojo apreciado era aquella especie de lima con la que D. Anselmo frotaba en el cuello de las ampollas  y que con un golpe certero con los dedos, el cuello se rompía para poder introducir la aguja y extraer el líquido.

Las emociones de la presencia en la casa de D. Anselmo el practicante hubo una racha que se convirtieron en terribles miedos rayando en angustias, creo que con consecuencias para toda mi vida.

D. Ángel el médico de cabecera de la familia tuvo la ocurrencia de insinuar que el niño estaba muy canijo y que le vendría muy bien unas nuevas inyecciones de vitaminas.

Me programo una terrible semana de pinchazo diario. Consiguió que D. Anselmo el practicante se convirtiera en  el personaje más odiado de  toda mi infancia.

Ya no corría por llegar a casa pronto a la salida del colegio por la tarde. Había que esperar la llegada de D. Anselmo para hablar de la merienda.

El ritual de hervir las agujas y la jeringa era como la previa a una batalla campal, se trataba de la caza del niño.
 Normalmente alguna morbosa vecina voluntaria era la que tenía más habilidad para ello. En un aparente solo movimiento conseguía colocar al niño sobre el regazo, bajar los pantalones y poner dos blancos cachetes a disposición de D. Anselmo. Los gritos y chillidos al tercer día de inyecciones ya no molestaban a nadie, estaban previstos en el ritual.

Pero lo más humillante lo peor de todo era que permitieran  asistir  al espectáculo a la hija de la vecina, la niña de las trenzas, la de las mandarinas debajo de la camisa  y la cortita falda muy lejos de los calcetines.
Yo le había prometido que de mayor sería el más  rápido y valiente Sheriff de la comarca.

OCTUBRE 2012

Con respeto y cariño por aquellos sanitarios de pago, pero con el recuerdo de mis otros vecinos, que no tenían ni practicante ni médico de cabecera. Eran pobres.

(En los tiempos que corren: “Cosas peores veredes amigo Sancho”)


  



20 oct 2012

Nos están empujando para retroceder a los tiempos de la MESA CAMILLA, podremos adaptarnos. Pero no debemos consentir la vuelta de los sabañones en los niños.







LA MESA CAMILLA

Quien no haya tenido experiencia  de La Mesa Camilla, o es demasiado joven y habría que contársela por si algún día le  hiciera falta o  ha nacido en el seno de una familia  bien, con calefacción de siempre y también habría que contársela, con la que está cayendo, posiblemente la Mesa Camilla sea un recurrente.
La Mesa Camilla no estaba, se ponía. La ceremonia de revestir a la mesa en MESA CAMILLA suele coincidir  con Los Santos, las gachas y las castañas. Algún día de Abril la MESA CAMILLA ya no estaba, se había degradado en una mesa comedor vulgar y corriente.
La MESA CAMILLA tiene dos partes bien diferenciadas. Las zonas altas con el TAPETE DE HULE y las zonas bajas, con las enagüillas y el brasero. Mejor que la zona baja tendríamos que llamarle la zona de las escaramuzas.  
El Tapete de Hule de diario, con sus estampados de frutas. Creo que el tapete de Hule de diario entre otras cosas servía  para indicar el sitio reservado a cada uno. Unas manchas amarillas o negras, dependía de la antigüedad del tapete, señalaban el sitio del abuelo fumador. No siempre el cigarro se mantenía quieto en el cenicero.
Tampoco podía faltar en el Tapate de Hule de diario la zona dedicada a los niños artistas. Una serie de círculos y rayas pintadas con bolígrafo, bolígrafos de la época no muy buenos pero con una tinta que en el Tapete de Hule se convertía en indeleble.
 El niño con el boli había hecho virguerías en el hule. Y la mentira de cortesía.-No te preocupes, esto se quita dándole con el estropajo y un poco de jabón. El grafiti del niño de la visita duraba tanto como el tapete o las quemaduras del cigarro del abuelo.
El TAPETE de HULE de vestir, era el que se ponía sobre el tapete de diario en días especiales, de fiestas o de visitas. Lo mejor del  Tapete de Hule de los domingos era su olor a nuevo. ¿A que huele un tapete de Hule Nuevo? Eso hay que preguntárselo a la memoria.
 El Tapete de Hule de los domingos era el mejor para hacer bailar a los papelillos. Era un espectáculo. Cortar papelillos, colocarlos debajo del Tapete, frotar con algo solido o mejor metálico, levantar presto el tapete y toda una explosión de movimiento arrítmico. Y lo mejor de todo que era repetible siempre que se quisiera. Este juego no necesitaba pilas.
El Tapete de Hule se ponía en las mesas para proteger a las enagüillas y sobre todo para proteger y contener la oficina de la casa.
 Levantar el tapete y rebuscar en su interior era muchas veces una necesidad para el día a día de la casa. Allí se guardaba el Cupón de la Once, el recibo de la Luz, el papel de estraza con la cuenta de la tienda de ultramarinos, las Papelillos que justificaban los pagos semanales al Ditero y un apartado especial a las estampitas de las primeras comuniones, los recordatorios de las misas de los nueve días de los últimos fallecidos cercanos, alguna que otra carta del soldado o de los tíos de Barcelona, el tarjetón de invitación de boda de algún primo.
Trastear debajo del Tapete de Hule era entrar en las intimidades de los acontecimientos de la casa.

Las zonas bajas de la mesa camilla, Enagüillas, brasero, paleta y enjugadera, era la zona de las escaramuzas.
Curiosear debajo del Mantel de Hule era conocer los acontecimientos de la casa, Curiosear debajo de las Enagüillas era entrar en el campo de las intimidades.
La Mesa Camilla era el sitio de estar, la meta conseguida  para el recién llegado del frio de la calle, el mejor consuelo para los molestos sabañones de las manos, para la tertulia o la partida de cartas y sobre todo el mejor sitio para escuchar la lacrimógena novela de la radio mientras se espulgaban los garbanzos  para el cocido  del día siguiente.
Siendo la Mesa Camilla el lugar preferente  de la casa curiosamente no era donde se planteaban los problemas importantes. Los hombres llegaban a la Mesa Camilla, normalmente tarde y solo para cenar, con los asuntos de importancia ya resueltos en la Taberna o en el Casino, dependiendo del nivel de la familia. Hasta las mujeres no llevaban a la Mesa Camilla asuntos de cierto  nivel. La cocina o la pila de lavar era el lugar de las confidencias, compartir preocupaciones o avivar los chismes.
Había un pacto no hablado en el que todos estaban de acuerdo. La Mesa Camilla no era el sitio de los problemas, era el lugar de los consuelos.
Cuando había en la casa algún imberbe de 9 a 12 años ,el momento más esperado de la Mesa Camilla era cuando alguien a modo de susurro decía –Parece que el brasero va calentando menos. 
El éxito estaba en la rapidez que el chaval tuviera para introducir la cabeza bajo el paño de las enagüillas, era como cuando se levantaba el telón del teatro  y comenzaba el espectáculo. Frecuentemente  se podía ver como la mano izquierda de alguien trasteaba en el muslo derecho de alguna mocita.
Se descubrían los grandes secretos. Las piernas de la tía soltera que estaba en casa de toda la vida no eran todas negras, desde el enfoque de la tarima se apreciaba que negras eran solo hasta las rodillas rematadas por unas ligas. Luego las piernas seguían siendo de color carne pero con pelos negros.
Lo más desagradable era cuando la escaramuza de mover el bracero coincidía con la visita de la vecina gorda. El espectáculo, pero tenebroso, estaba servido. Con los medias por los tobillos, la piernas llenas de cabrillas la falda remangada y los mulos rebosando por los bordes de la silla de anea.
No me atrevo a recordar el olor a quemado de la suela de goma de las botas Gorilas. Porque me suena a colleja y a la cama sin cenar.
Luego estaba la niña de las trenzas, con las mandarinas señaladas debajo de la camisa, la cortita falda a mucha distancia de los calcetines blancos; pero la dichosa niña no paraba un momento. Nunca se sentaba en la Mesa Camilla. Y mucho menos cuando había que remover las cenizas



Nos están empujando para retroceder a los tiempos de la MESA CAMILLA, podremos adaptarnos.
 Pero no debemos consentir la vuelta de los sabañones en los niños.




SÁBADO 20 DE OCTUBRE 2012

Con respeto y cariño para Maria Jesus que esta compartiendo lo que menos tiene,tiempo,para que el Paco siga pensando, comunicando y queriendo