LA MESA CAMILLA
Quien no haya tenido
experiencia de La Mesa Camilla, o es
demasiado joven y habría que contársela por si algún día le hiciera falta o ha nacido en el seno de una familia bien, con calefacción de siempre y también
habría que contársela, con la que está cayendo, posiblemente la Mesa Camilla
sea un recurrente.
La Mesa Camilla no
estaba, se ponía. La ceremonia de revestir a la mesa en MESA CAMILLA suele
coincidir con Los Santos, las gachas y
las castañas. Algún día de Abril la MESA CAMILLA ya no estaba, se había
degradado en una mesa comedor vulgar y corriente.
La MESA CAMILLA tiene
dos partes bien diferenciadas. Las zonas altas con el TAPETE DE HULE y las
zonas bajas, con las enagüillas y el brasero. Mejor que la zona baja tendríamos
que llamarle la zona de las escaramuzas.
El Tapete de Hule de
diario, con sus estampados de frutas. Creo que el tapete de Hule de diario
entre otras cosas servía para indicar el
sitio reservado a cada uno. Unas manchas amarillas o negras, dependía de la
antigüedad del tapete, señalaban el sitio del abuelo fumador. No siempre el
cigarro se mantenía quieto en el cenicero.
Tampoco podía faltar
en el Tapate de Hule de diario la zona dedicada a los niños artistas. Una serie
de círculos y rayas pintadas con bolígrafo, bolígrafos de la época no muy
buenos pero con una tinta que en el Tapete de Hule se convertía en indeleble.
El niño con el boli había hecho virguerías en
el hule. Y la mentira de cortesía.-No te
preocupes, esto se quita dándole con el estropajo y un poco de jabón. El
grafiti del niño de la visita duraba tanto como el tapete o las quemaduras del
cigarro del abuelo.
El TAPETE de HULE de
vestir, era el que se ponía sobre el tapete de diario en días especiales, de
fiestas o de visitas. Lo mejor del
Tapete de Hule de los domingos era su olor a nuevo. ¿A que huele un
tapete de Hule Nuevo? Eso hay que preguntárselo a la memoria.
El Tapete de Hule de los domingos era el mejor
para hacer bailar a los papelillos. Era un espectáculo. Cortar papelillos,
colocarlos debajo del Tapete, frotar con algo solido o mejor metálico, levantar
presto el tapete y toda una explosión de movimiento arrítmico. Y lo mejor de
todo que era repetible siempre que se quisiera. Este juego no necesitaba pilas.
El Tapete de Hule se
ponía en las mesas para proteger a las enagüillas y sobre todo para proteger y
contener la oficina de la casa.
Levantar el tapete y rebuscar en su interior
era muchas veces una necesidad para el día a día de la casa. Allí se guardaba el Cupón de la Once, el recibo de la Luz, el
papel de estraza con la cuenta de la tienda de ultramarinos, las Papelillos que
justificaban los pagos semanales al Ditero y un apartado especial a las
estampitas de las primeras comuniones, los recordatorios de las misas de los
nueve días de los últimos fallecidos cercanos, alguna que otra carta del
soldado o de los tíos de Barcelona, el tarjetón de invitación de boda de algún
primo.
Trastear debajo del
Tapete de Hule era entrar en las intimidades de los acontecimientos de la casa.
Las zonas bajas de la
mesa camilla, Enagüillas, brasero, paleta y enjugadera, era la zona de las
escaramuzas.
Curiosear debajo del
Mantel de Hule era conocer los acontecimientos de la casa, Curiosear debajo de
las Enagüillas era entrar en el campo de las intimidades.
La Mesa Camilla era el sitio de estar, la meta conseguida para el recién llegado del frio de la calle,
el mejor consuelo para los molestos sabañones de las manos, para la tertulia o
la partida de cartas y sobre todo el mejor sitio para escuchar la lacrimógena
novela de la radio mientras se espulgaban los garbanzos para el cocido del día siguiente.
Siendo la Mesa
Camilla el lugar preferente de la casa
curiosamente no era donde se planteaban los problemas importantes. Los hombres
llegaban a la Mesa Camilla, normalmente tarde y solo para cenar, con los
asuntos de importancia ya resueltos en la Taberna o en el Casino, dependiendo
del nivel de la familia. Hasta las mujeres no llevaban a la Mesa Camilla
asuntos de cierto nivel. La cocina o la
pila de lavar era el lugar de las confidencias, compartir preocupaciones o
avivar los chismes.
Había un pacto no
hablado en el que todos estaban de acuerdo. La Mesa Camilla no era el sitio de
los problemas, era el lugar de los consuelos.
Cuando había en la
casa algún imberbe de 9 a 12 años ,el momento más esperado de la Mesa Camilla
era cuando alguien a modo de susurro decía –Parece que el brasero va calentando menos.
El éxito estaba en la
rapidez que el chaval tuviera para introducir la cabeza bajo el paño de las enagüillas,
era como cuando se levantaba el telón del teatro y comenzaba el espectáculo. Frecuentemente se podía ver como la mano izquierda de
alguien trasteaba en el muslo derecho de alguna mocita.
Se descubrían los
grandes secretos. Las piernas de la tía soltera que estaba en casa de toda la
vida no eran todas negras, desde el enfoque de la tarima se apreciaba que
negras eran solo hasta las rodillas rematadas por unas ligas. Luego las piernas
seguían siendo de color carne pero con pelos negros.
Lo más desagradable
era cuando la escaramuza de mover el bracero coincidía con la visita de la
vecina gorda. El espectáculo, pero tenebroso, estaba servido. Con los medias
por los tobillos, la piernas llenas de cabrillas la falda remangada y los mulos
rebosando por los bordes de la silla de anea.
No me atrevo a
recordar el olor a quemado de la suela de goma de las botas Gorilas. Porque me
suena a colleja y a la cama sin cenar.
Luego estaba la niña
de las trenzas, con las mandarinas señaladas debajo de la camisa, la cortita
falda a mucha distancia de los calcetines blancos; pero la dichosa niña no
paraba un momento. Nunca se sentaba en la Mesa Camilla. Y mucho menos cuando
había que remover las cenizas
Nos están empujando para retroceder a los tiempos de la MESA CAMILLA,
podremos adaptarnos.
Pero no debemos consentir la
vuelta de los sabañones en los niños.
SÁBADO 20 DE OCTUBRE 2012
Con respeto y cariño para Maria Jesus que esta compartiendo lo que menos tiene,tiempo,para que el Paco siga pensando, comunicando y queriendo
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