
LA CARMELI HUELE A AGUARDIENTE
Habían pasado pocos días que la abuela faltaba.
La Carmeli y su niña de tres años estaban
estrenando las consecuencias de su perdida.
Los gastos del entierro y algunos caprichos
de última hora de la abuela las había dejado sin un euro.
Ya eran varios días de macarrones cocidos con
agua y sal, y las noches leche con galletas de la Cruz-Roja.
Sin más remedio no podía faltar a su único
trabajo de la semana. Limpiar la Mercería de la esquina. Por dos horas de
fregoteos conseguiría 15 € para mejorar la cena de esa noche.
La niña no podía dejarla con la abuela, ya no
estaba.
La botella de aguardiente todavía estaba
donde la abuela la guardaba.
De siempre le había dicho que lo mejor para
la regla era un trago de aguardiente.
Carmeli nunca había hecho caso a la abuela,
no le gustaba el aguardiente. En esta ocasión los dolores apremiaban y por respeto
al recuerdo de la difunta le dio un sorbito directo de la botella.
En el portal
junto a la Mercería sitúa a la niña, la sienta en el suelo, le promete
que cada ratito vendrá a verla y con dos besos la deja con su muñeca preferida
y una pequeña pelotita para que la rebote sobre los azulejos del portal y se
entretenga.
El autobús solía ser puntual a su paso por la
calle. Y este día también lo fue. Con una precisión milimétrica los dos coincidieron.
La niña tras su pelotita y la enorme rueda del Autobús
Alguien grito, Carmeli se asomo sobresaltada
de la Merceria. La rueda estaba sobre el cuerpo de su niña.
Del estomago le subió un nudo hasta la
garganta que la ahogaba y el flujo de la regla afloro entre su entrepierna.
No pudo afrontarlo. Sus piernas en vez de aflojarse se pusieron en
movimiento y corrieron sin rumbo y sin saber porque. Mandaban las piernas, su
cabeza no funcionaba, se negaba a reconocer lo ocurrido.
Fue la noticia de los Telediarios, niña abandonada
por su madre es arrollada por un Autobús. Hasta alguna que otra tertulia de las
tvs llenaron espacios del morbo correspondiente. Las audiencias aumentaron para
satisfacción de los anunciantes.
La policía la localizo a la caída de la
tarde. La Carmeli estaba reclinada sobre un banco del Parque. Los jóvenes
policías no tardaron en esposarla y con la satisfacción del deber cumplido
comunicaron a sus jefes que ya habían aprendido a la fiera capaz de abandonar a una niña de
tres años.
Fue un juicio rápido. Seis años le cayeron de
cárcel a la Carmeli , una testigo clienta de la mercería agravo el caso. Afirmo que la Carmeli
despedía un fuerte olor a aguardiente.
Tío acelera , le apremiaba el policía a su
compañero chofer del furgón policial que transportaba a la Carmeli a la Cárcel.
Tenemos que dejar a esta tía en el trullo antes que entre el siguiente furgón que
trae a un tal Bárcenas y esto se pondrá a tope de paparachis y no me lo quiero
perder.
Paco Castillo, verano del 2013