Abril

28 jul 2012

UNA OLIVETTI PORTATIL....mi primer encontronaso con las NUEVAS TECNOLOGIAS.

HISTORIAS EN EL “CALDERITO ALTO”
Toda la familia salió a la puerta del Cortijo a esperarlo. Ferrer, el “aperaor”, había dado el aviso. Mi padre se veía venir por el camino de regreso de la Estación. Aún estaba algo lejos pero ya se distinguía su singular figura engrandecida por el sombrero de los días de fiesta y el vaivén que le aportaba el paso cansino de la Yegua que lo traía. 
Allí estábamos todos, a la sombra de la parra, expectantes e inquietos  esperándole. Eran los años cincuenta. Mi madre y mis cuatro hermanos ya estaban acostumbrados a esta rutina, cada fin de cosecha mi padre iba a Alcolea o a Córdoba según la campaña fuera de trigo o algodón. Había que entregar lo recolectado y cobrar el precio que “Los mercados”* pactaban.
Tanta expectativa ante el regreso tenía su lógica. Cuando el padre volvía del pueblo o de la capital siempre traía algún detalle, algún regalo. Formaba parte del ritual de la llegada.
Yo era el más pequeño de los hermanos, con diferencia, y recuerdo el juego de a ver  quien acertaba el regalo de esta ocasión.
Ya se podía distinguir mejor la figura del Jinete con su yegua. Los contornos del Sombrero, de la cabeza balanceante del animal a casi trote, y sobre todo ya se apreciaba un bulto de cierto tamaño en la grupa de la cabalgadura.
Seguro que papa me trae una Máquina de coser Singer comentaba mi hermana la mayor de todos y en edad de ajuares.  Una escopeta de dos cañones y con mira telescópica, el bulto parecía muy grande para una simple escopeta, aseguraban los hermanos mayores. La temporada de perdices se acercaba y tenían ganas de fardar con escopeta nueva.
Pero como el más pequeño no me correspondía opinar,  solo pensaba para mis adentros y soñaba. Aquello que traía mi padre a la grupa no podía ser otra cosa que un triciclo  para el niño. En mi casa casi nadie caía en la cuenta que el niño era yo. Aquel bulto y por su tamaño no podía ser otra cosa que un triciclo para niños.
Cuando a Antonio el del “Calderito Alto” montaba o bajaba  de una bestia, nunca llegue a comprender por qué a los mulos o caballos se le solían llamar bestias, necesitaba ayuda .Ya era un hombre enfermo.
 Antonio murió joven a los 49 años  dejando viuda,una hija casamentera de 18, tres varones de 17,15 y 13 años. Y el último en llegar por casualidad, se decía en un descuido, el chico de 5 años.
Todavía recuerdo y no con tristeza más bien con orgullo aquello que frecuentemente decían las visitas en los días de luto. Qué pena con lo joven, guapo,  bueno  que era y deja viuda y cinco hijos.
Algún día sería interesante sacar de la memoria y poner en valor la historia de Antonio el del “Calderito Alto”, aquel hombre bueno que murió joven  dejando viuda y cinco hijos que a pesar del tiempo sigue siendo recordado como un buen hombre, generoso cuya mejor herencia fue el inculcarnos que el mayor orgullo era el presumir de honradez y su mandato mas imperioso el que hay que ser buena persona y parecerlo.

El mayor de los hermanos era el que siempre estaba atento para ser el apoyo de mi padre, como siempre, fue a  facilitarle la bajada de la yegua.
Eran cuatro hermanos para atender al padre que llegaba y al chico para que no molestara.
Uno mantenía las bridas de la montura, otro aflojaba los aperos y entre todos colaboraban para descargar la maleta.
El bulto, el gran paquete nadie podía tocarlo. Era mi padre cuando descansaba un poco de los sofocos y de los esfuerzos de bajar de la montura el que lo ponía sobre el banco que había a la entrada del cortijo. Un buen trago de agua fresca en el botijo y todos expectantes al ritual de desembalar el paquete.
Pequeño para ser la maquina Singer, apuntaba la mocita entre risitas nerviosas y grande decían los chavales, temiéndose lo peor, para ser una escopeta de dos cañones.
El corazón me rebotaba en el pecho, temía que se dieran cuenta de mis nervios. Estaba seguro el paquete no podía ser otra cosa que mi triciclo y seguro que de color rojo como lo había soñado. También sentía miedo, los mayores se podían enfadar. El chico además de ser una carga los ha privado de sus regalos.
Antonio el del “Carderito Alto” era muy solemne para todo. Y más en estas ocasiones, posiblemente podía prever  que no le quedaban muchas más, en la que era reconocido y querido como el padre, el patriarca de la familia.
Sus manos torpes por el reuma y él que quería darle su toque de emoción al momento, hicieron de la  operación de desembalar el paquete toda una odisea.
Yo ya casi sentía agujetas de los paseos que me iba a dar en el triciclo. De pronto me entro una seria preocupación, mira que si en vez de un triciclo es una bici? Más cabreo para mis hermanos, le tocaría enseñarme a montar. Pero no, seguro que era un triciclo y rojo.
El corazón se me salía, me estaba entrando hasta ganas de “devolver”, en la ciudad ya aprendí a decir  vomitar pero eso fue después. Estaba nervioso se me notaba. Más de un, y habitual, pescozón junto con “Niño no des mas la lata”, “Tate quieto so tonto” me concedieron. Era lógico todos estaban nerviosos y mi padre se estaba pasando con lo de la ceremonia de la apertura del paquete.
Una caja blanca cerrada con precinto daba garantía que no era de segunda mano. No era muy grande aunque si algo pesada. No sé quien fue el primero en leer las letras de imprenta de color rojo que aparecían en un lateral. OLIVETI-portátil. 
Cuando mi padre ejercía de padre nadie podía chistar, el respeto era el respeto en los años 50, un profundo silenció y la cara de mis hermanos me hacían ver su desencanto.
Bien, el niño no sabía leer de tan corrido, en esa caja esta  mi triciclo y de color rojo. Desde chico he sido muy sentimental, sentía pena por mis hermanos.
Una MAQUINA DE ESCRIBIR OLIVETI PORTATIL  y de color rojo para más inri, apareció en las fuertes manos, sin signos de reuma por la solemnidad del momento, de mi padre.
A todos se les quedaron grabadas en algún sitio de su alma las palabras de Antonio el del “Calderito Alto” pronunciadas al hacer entrega de tan importante aparato al mayor de los hermanos
“AQUÍ TENÉIS ESTA MAQUINA DE ESCRIBIR PARA QUE APRENDAIS A SER HOMBRES DE PROVECHO Y NO DEPENDÁIS SOLO DEL ARADO”
No recuerdo la cara de mis hermanos. El corazón se me tranquilizó y las ganas de “devolver” desaparecieron. Ya estaba acostumbrado, era la ventaja de ser el más chico, a pasar desapercibido.
Me retiré a mi territorio junto a la higuera del pozo y solo pero con un palo largo como rifle y uno más corto a la cintura como revolver tenía esa tarde una gran tarea, encontrar una chapa con forma de estrella para ser el más rápido y mejor  Sheriff  del “Calderito Alto” y sus alrededores.

Paco Castillo 2012



1 comentario:

  1. Amigo Paco, he disfrutado mucho leyendo tu relato. Tu que dices ser "Soy torpe con la pluma, con la palabra me embrollo…como “jovenviejo” he aprendido de los “viejosjovenes” la libertad de expresión mediante improvisados y nuevos códigos." Permíteme desde el respeto, que te diga que eres un solemne embustero. Enhorabuena y felicidades.

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